Los Gorbachov en la Corte de los Menem

Mijail Gorbachov y Raisa podían imaginarse que estaban en el Kremlin. Los iconos nada tenían que envidiar a los del palacio de Leningrado. Amalia Lacroze de Fortabat, embajadora de Carlos Menem, reina del cemento y millonaria anfitriona del almuerzo, había tomado más vodka que un ex soviético y se deslenguaba ante sus perplejos invitados: los quince más ricos empresarios argentinos, encantados de conversar con el príncipe de la perestroika y su esposa. Hasta el negro Mercedes Benz que había conducido al matrimonio hasta allí parecía a tono con los tiempos que corren en la nueva Rusia de Boris Yeltsin. Hubo que empujarlo para que . se pusiera en marcha con el Premio Nobel de la Paz dentro, porque su motor se empeñaba en detenerse. Apenas habían pasado 12 horas de su llegada a Argentina, el domingo, cuando Gorbachov pudo conocer la hortera frivolidad «menemista» y salir airoso.

Para su sorpresa, lo trataban con las mismas reverencias que a Joan Collins, Gina Lollobrigida y Sofía Loren, las tres últimas estrellas cincuentonas que cenaron con el presidente Menem como si fueran mandatarios del primer mundo. Durante ocho días, Gorbachov ofrecerá conferencias y recaudará dos millones de dólares para su fundación en Moscú. Ayer, nadie reveló cuánto pagaron los «doce capitanes de la industria argentina» para su cara a cara con el ex presidente soviético en la residencia de la reina del cemento. Con centollo y lomo de ciervo, los «top» de la industria nacional interrogaron a «Gorbi» con los ojos puestos en Argentina. En sus ridículos intentos de extrapolar la compleja y para ellos ignota realidad rusa a la «ensalada rusa» argentina, los gags fueron memorables.

Con metodología de análisis marxista, Gorbachov realizó una exposición sobre la situación internacional posterior a la perestroika y el «progresivo advenimiento de una nueva civilización mundial». Después tomó la palabra Raisa, con esa suficiencia intelectual que tanto molestaba a Nancy Reagan. «Si la transformación es muy rápida, existe la posibilidad de que se generen tensiones sociales de tal magnitud que el supuesto bienestar general quede neutralizado por un aumento de la pobreza», argumentó. Luego, Amauta, demasiado «alegre» según la benevolente descripción de sus invitados, despidió a los Gorbachov con una miniconferencia: «Tuve la historia en mi casa. El hombre que cambió el rumbo del universo estuvo aquí». Después de esta inmersión en la jet-set austral, Raisa decidió dar un democrático paseo por Buenos Aires que le deparó más de una sorpresa. Se sentó en una plaza a conversar con una pareja de jubilados que no tenían ni idea de quién era. Cobran 150 dólares mensuales de pensión y comprar el diario es para ellos una ilusión óptica. «Pedtle algún trabajito, Domingo.

Seguro que es alguna del Gobierno que busca propaganda con los pobres», le sugirió don Leopoldo, hasta que se enteró por el tropel de periodistas que la seguían de que su interlocutora era Raisa Gorbachov. «Dígale a Menem que no nos haga morir de hambre», pidió el abuelo Domingo. El intérprete tradujo fielmente, Raisa los abrazó y siguió su «tour» por la ciudad. «Gorbi» puede haberse quedado sin dacha, sin limusina y sin local para su fundación. Pero en Buenos Aires fue recibido como un jefe de Estado y alojado en una suite de 700 dólares diarios. Conversó, entre otros, con el ex presidente Raúl Alfonsín. Ambos tienen un denominador común: los respetan más en el extranjero que en su propio país. Alfonsín lo alentó con humor: «No pierda la esperanza.

Hace un año yo ni siquiera tenía un 2% de buena imagen en las encuestas y este año ya he llegado al 25%». En la reunión entre Menem y Gorbachov primaron los silencios y las anécdotas. El presidente argentino eludió la interrogación sobre el índice de pobreza en el país invitando a su interlocutor a compartir una deliciosa mermelada árabe a base de flor de azahar. Después, se permitió discrepar con él. Como abanderado del primer mundo en el cono sur, sostuvo que EEUU está en condiciones de influir decisivamente en el tablero mundial de las próximas décadas. Gorbachov no aprobó su hipótesis: dijo que EEUU está afectado por una profunda crisis económica y que se acrecienta su pérdida de productividad ante Alemania y Japón. Después, hizo un recorrido por las villas miserias de los suburbios, para ver la otra cara del milagro económico argentino.

Alessandra vuelve a agarrar el altavoz y da por terminada la fiesta: «Yo quisiera decir lo mismo de ese señor, pero no puedo. A vosotros os digo que quien atenta contra la unidad de Italia es un criminal. Hay que tapar la boca a los cretinos que ahora vienen a manchar el nombre de mi abuelo. La marcha de Roma es nuestra; nadie podrá borrar la historia». «Duce, duce, duce». El patio central de la vieja fortaleza le da un aire marcial a la estampida. Los gritos acompañan hasta el coche a la frágil Alessandra, llevada en volandas por sus inseparables «gorilas». En poco más de media hora, el puñado de nostálgicos napolitanos se dispersa ante la presencia amenazante de los antidisturbios.

A las ocho de la tarde, no queda en el castillo más que una manada de inquietas y oscuras golondrinas... ... Tal día como ayer, hace setenta años, las hordas fascistas capitaneadas por Benito Mussolini marcharon sobre Roma. Tras el golpe de escena, el rey Víctor Manuel III sirvió el poder en bandeja al «Duce». El prestigioso The Times tituló en primera: «Saludable reacción contra el bolchevismo».

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